¿Cómo transmitir ideas en una historia?
¿Cómo transmitir ideas en una historia sin hacer que parezca una propaganda ideológica?
Algo que no muchos escritores consiguen hacer bien es transmitir ideas de una forma honesta, que no se sienta como propaganda barata de una ideología barata.
Un ejemplo de esto es The Last Jedi y Captain Marvel, dos películas que se inclinaron con cierto descaro en pro de una ideología particular.
Ahora, en realidad no es que haya algo malo con esta ideología en sí, realmente el tema está en que un artista nunca debe convertirse en un ciego seguidor de una filosofía, sino que tiene que usar su arte para explorarla honestamente, de forma tal que la audiencia pueda hacer lo mismo y sacar sus propias conclusiones.
Un gran ejemplo de esto es George Orwell, un escritor que, si lees sus escritos, difícilmente creerías que era un ávido socialista. La cuestión es que a Orwell no le interesaba decir que todo lo que involucraba su ideología era una maravilla, sino explorar las fallas que tenía y descubrir posibles soluciones para erradicarlas.
Lo cierto es que si una idea es genuinamente poderosa y útil, no necesitas forzarla en la garganta de las personas para que la acepten. Al contrario, mientras más caigas en esta trampa, más probable será que la deformes y la conviertas en algo que apenas y se asemeja al plan inicial (como en el caso de la Inquisición, el comunismo, el capitalismo más grosero, etcétera).
Por supuesto, en este punto, probablemente te estés preguntando qué significa “explorar una idea con honestidad”, pues, justamente de eso vamos a hablar en este artículo.
Si te interesa, ¡sigue leyendo!
Explora la idea, no la fuerces
Como regla general, cuando empieces a trabajar tu idea en el relato, no la expongas directamente. Es decir, no le digas al lector qué es lo bueno y qué es lo malo, sino que coloca distintos escenarios con personajes moralmente ambiguos y déjalos que lo resuelvan.
Por ejemplo, supongamos que en tu historia quieres explorar la “corrupción del poder”. En lugar de mostrarnos personajes poderosos, malvados y corruptos, trata de crear situaciones que te obliguen a manejar la idea con idiosincracia, como:
- Crea un protagonista pobre, bueno y resentido con las figuras de poder, pero que internamente quiere ser uno de ellos. Utilízalo para explorar la idea, aprovechando al máximo la dicotomía entre su avaricia y sus buenas intenciones.
- Establece un villano cruel y corrupto, pero que tenga un pasado muy similar al del protagonista. En pocas palabras, crea un espejo en el que nuestro héroe pueda ver algo que odia y, eventualmente, descubrir que hay más de sí mismo en ese reflejo de lo que él mismo pensaba. Explora la idea de que el poder es algo que puede “corromper a todos”, incluso a los que tienen buenas intenciones de antemano.
- Coloca un personaje secundario rico, poderoso, bueno y amable, alguien que llegó ahí por mérito propio y utiliza su poder para el bien. Haz que el protagonista dude de él y que tenga ciertas razones para hacerlo, haz que hablen y debatan sobre lo que significa el poder y la bondad.
- Presenta un personaje secundario que nació con poder, pero no tiene ningún interés en él, alguien que nos ayude a ver la otra cara de este conflicto y que nos ayude a entender si esta lucha por la supremacía es algo que vale la pena. Este personaje puede ser un interés amoroso para nuestro protagonista, pero que el drama entre ellos nazca justamente de que el principal le guarda un rencor irracional por el estatus social que tiene su contraparte.
- Construye un arco de personaje que lleve a nuestro protagonista a, lentamente, conseguir más poder y hacer la transición de un pobre con buenas intenciones, a un rico con dilemas morales que no siempre los resuelve de la manera correcta. Esto nos ayudaría a vernos introspectivamente a lo largo de la historia, y que, como audiencia, seamos capaces de analizar el conflicto de la manera más profunda posible.
Al final de la historia, tú mismo/a serás capaz de identificar cuál es el final más apropiado para tu historia y llegarás a una conclusión que, si bien puede ser subjetiva, la audiencia la apreciará porque no parecerá propaganda, sino la reflexión honesta de alguien que se está tomando el problema en serio.
Dale al lado opuesto la mayor cantidad de herramientas posibles
Esto es algo que Dostoyevsky hace a la perfección en cada uno de sus libros. Si bien está más que claro que este escritor es la clase de persona que tiene opiniones muy claras y fuertes sobre las cosas, en sus novelas jamás es injusto con el lado al que se opone.
De hecho, en Los Hermanos Karamazov, fácilmente podrías hacer el argumento de que “el villano” es increíblemente más poderoso que el protagonista, especialmente en intelecto.
Esto es genial porque hace que los conflictos en los libros de Dostoyevsky siempre te dejen reflexionando y te hagan considerar seriamente ambos lados del argumento.
De hecho, yo estoy convencido de que Dostoyevsky empezaba sus novelas sin estar claro de cuál era la respuesta correcta o quién sería el ganador del debate, y que él mismo tomaba una decisión a medida que la historia se revelaba ante él y era capaz de observar claramente los argumentos de la discusión.
¡Es por esto que las novelas de este gran escritor tienen una profundidad prácticamente inalcanzable y por qué es reconocido como uno de los mejores novelistas de la historia!
Además, tómalo como ejercicio. Una idea verdaderamente poderosa y cierta, mantendrá su fuerza incluso si es expuesta a los argumentos contrarios más fuertes de su adversario. De lo contrario, algo te falta, ya sea investigar sobre el tema o, en muchos casos, aceptar que tu idea está, hasta cierto punto, equivocada.
El punto es que tu historia debe ser un vehículo para que tu audiencia piense sobre el tema y ayude a que, como sociedad, entendamos qué hay que hacer al respecto. No creas que tienes la respuesta correcta porque, después de todo, solo eres una persona, ¡no te comparas con la mente colectiva de la humanidad cuando esta decide atacar un problema con seriedad!
Construye personajes analíticos
Siempre que quieras introducir elementos bastante complejos en una historia y transmitir ideas controversiales, es buena práctica incluir personajes analíticos por dos razones:
- Te permitirá exponer argumentos metafóricos y complejos con la excusa de que el mismo personaje los está enfrentando.
- Puedes darle justicia a la dificultad del problema en cuestión (ya que si estás escribiendo una historia sobre el tema es porque no estamos hablando de una situación en “blanco y negro”).
Eso sí, el reto de crear un buen personaje con estas características es que tú mismo debes ser alguien analítico y abierto. No se vale empezar tu historia estando completamente seguro de que sabes diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
Al contrario, debes siempre dejar la puerta abierta a la idea de que, quizás, todo lo que crees que es verdad, no lo es. Lo mejor de todo es que esta actitud te ayudará a construir un conflicto interesante que haga que tus lectores/espectadores vivan contigo ese viaje de descubrimiento.
No te preocupes si llegas a una conclusión distinta a la que creías, eso está bien, de hecho, es prueba de que te tomaste el problema con mucha seriedad.
Tampoco te enrolles por lo que los demás piensen de lo que escribiste. Si trabajaste con honestidad, hiciste bien; siempre habrá personas que saquen conclusiones distintas a las tuyas y eso está bien.
¡Y listo! Ten en cuenta estos tres puntos y serás capaz de transmitir ideas increíbles en tus historias sin convertirte en una propaganda barata y superficial.
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Una pregunta. ¿Que pasa cuando una acción es “objetivamente” mala, por así decirlo? Por ejemplo, temas como la infidelidad. Que debería hacer para tratar temas como ese, sin llegar a romantizarlo, pero mostrarlo de forma realista. Por ejemplo, que el infiel tenga emociones o situaciones que lo llevaron a hacer eso, y que no sea solo porque si; pero que no justifique lo que hizo, o no hacerlo ver cómo algo “bueno”
Bueno, una de las primeras cosas que debes hacer para explorar una idea sin una agenda ideológica, es olvidarte de que sabes si una acción es “objetivamente mala” o no. Eso lo decide la audiencia, tú simplemente exploras la idea desde distintas perspectivas por medio de la narrativa. En el caso de la infidelidad (y cualquier otro tema) lo importante es entender que existen varios lados para una misma historia. Mientras más presentes, más complejidad temática tendrás y más profunda será tu idea. Es decir, puedes mostrar el lado de la amante, del infiel, de la pareja traicionada, de los hijos, los hermanos, etcétera. Cada quien tendrá su propia personalidad y motivación para reaccionar de una manera particular que creará conflicto y enriquecerá la trama. A ti no te interesa dividir la historia entre los “santos y los pecadores”, sino entre seres humanos, cada quien con sus virtudes y fallas. ¿Puede ser que eso resulte en un personaje malvado o en uno bueno? Sí, pero tú no decides quién es quién, la audiencia lo hace sola según su criterio. Un ejemplo genial de esto es Edmundo Dantés en el Conde de Montecristo. ¿Quién puede decir que el Conde es objetivamente bueno o malo? ¡Nadie! Ahí está lo profundo y complejo de su personaje. Por eso es que personajes bonachones como Superman y villanos unidimensionales como Malekith muchas veces nos aburren: no nos invitan a reflexionar ni pensar sobre la naturaleza del bien y el mal.
En resumen: no pienses que sabes qué es bueno y malo. Asume que no sabes nada y explora las distintas perspectivas con tu historia. El resto del trabajo le toca a tu audiencia.