La Musa: el concepto más dañino para los escritores
La Musa: el concepto más dañino para los escritores
Si hay algo que me desespera es el concepto de la Musa y me perturba ver la gigantesca cantidad de escritores aspirantes que genuinamente creen que esta es una técnica válida para escribir historias.
Como sé que esto que estoy diciendo puede interpretarse de muchas maneras extrañas, quisiera explicar a fondo por qué no deberías confiar ni depender de la Musa, con la esperanza de que puedas dar un paso importante en tu carrera como autor.
¡Sigue leyendo!
¿Qué es la Musa?
Si estás familiarizado con la mitología griega, seguramente sabes que las Musas son las divinidades que se encargan de inspirar la labor artística.
Si quieres saber la historia completa, básicamente, las Musas eran hijas de Zeus y Mnemósine. Eran nueve en total y cada una era la patrona de un campo artístico o científico, como la poesía, la música, la historia, la comedia y la tragedia. Se decía que las Musas inspiraban a los artistas y los ayudaban a crear obras de arte y literatura.
Se creía que las Musas vivían en el monte Helicón y en el monte Parnaso, donde había santuarios dedicados a ellas. Los poetas y los artistas a menudo invocaban a las Musas al comienzo de su trabajo, para pedirles inspiración y guía en su creación.
Las nueve Musas eran: Clío (historia), Talía (comedia), Melpómene (tragedia), Terpsícore (danza), Erato (poesía lírica), Polimnia (himnos y retórica), Urania (astronomía), Calíope (poesía épica) y Euterpe (música).
Es un concepto que, en el contexto más moderno, romantiza de una manera bastante emblemática la forma en la que las grandes ideas llegan a las mentes creativas. Las Musas son tan emblemáticas, de hecho, que a veces su sentido simbólico se exagera, hasta el punto que parece sensato creer que necesitas una Musa para escribir una buena historia.
Esta idea, si bien no siempre se maneja así, es más recurrente de lo que crees. Cada vez que un escritor hace aseveraciones como “es que no me siento inspirado”, “es que no sé qué escribir”, “es que no me llegan las ideas”, está, de una forma u otra, dependiendo de las Musas y está actuando como si su trabajo necesitara algo que es completamente ajeno a él.
No me malinterpretes, es más que probable que pases por un bache creativo, y es normal que algunas de estas expresiones surjan en ese caso, pero, por lo general, estas palabras suelen ser más una excusa para no sentarse a trabajar que otra cosa.
¿Deberías aprovecharla?
¡Claro que sí! Las Musas son elusivas, extrañas y caprichosas. Por más que las llames, no vendrán cuando las invoques, sino que aparecerán como flashes de ingenio en situaciones impredecibles y, quizá, poco favorables. Sin embargo, cuando aparecen pueden marcar la base de tus mejores historias.
Está claro que siempre deberías aprovechar una Musa cuando aparezca, por lo menos hasta cierto punto, pero jamás deberías creer ciegamente en ellas más que para arrancar una obra, porque son pésimas consejeras para mantener una narrativa coherente y poderosa.
El problema es que las Musas crecen contigo y evolucionan a medida que tus ideas lo hacen. Por lo tanto, si después de iniciar una historia, esperas días, semanas o meses por la siguiente Musa, para cuando aparezca habrás cambiado lo suficiente como para que los símbolos que te presenta sean completamente inútiles, o modifiquen tanto el corazón de la obra que la conviertan en un ser sin pies ni cabeza.
La única forma de que una historia esté bien construida es sentándote a trabajar, con o sin Musa, con ideas o sin ellas. De hecho, una falta de ideas lo que significa es que no entiendes tu historia, ni a tus personajes, por lo que no sabes a dónde irán ni qué cosas los harán llegar ahí.
Lo que te falta es pensar y trabajar, no inspiraciones divinas.
Aspectos negativos de depositar tu fe en ella
Si todavía no te he convencido de que las Musas realmente son un concepto traicionero para los escritores, deja que te comparta algunos aspectos negativos que te llegarán si confías demasiado en ellas.
Tus historias nunca serán terminadas
Las Musas serían mucho más confiables si no fuera por el hecho de que aparecen y se van cuando les da la gana. De hecho, a veces ni siquiera se quedan el tiempo suficiente para darte una idea completa, sino que ponen migajas de una y te hacen perseguirlas.
El problema de esto es que si te dedicas a esperarlas, tus historias avanzarán más lento que un caracol, y jamás lograr terminar una sola de ellas, porque las ideas al azar siempre añaden rutas literarias, pero las entrelazan sin cuidado ni metodología, haciendo que choquen entre sí sin ton ni son.
Tu historia siempre se sentirá incompleta e inconexa, y eventualmente llegarás a un punto donde lo mejor sería abandonarla en lugar de arreglarla.
El inicio de tu historia y el final se sentirá desconectado
El inicio de una historia y su fin están mucho más conectados de lo que crees. De hecho, el fin de una historia puede modificar drásticamente el significado del inicio, tanto para mejorarlo como empeorarlo.
¿Por qué? Pues porque el inicio debe presentar una temática que debe ser completamente explorada al final. Una buena historia, cuando la consumes en retrospectiva, debería tener nuevos significados que se abren gracias a las revelaciones del final, ayudando a que el lector descubra que el mensaje central estuvo ahí desde el inicio.
A las Musas no les interesan cosas tan técnicas como la temática y, por lo tanto, no tienen la menor idea de cómo se relaciona el final y el inicio de una historia. Si les haces caso a ellas, el viaje narrativo se sentirá inconexo e insatisfactorio.
La trama no avanzará de forma orgánica
Como dije antes, las Musas son las peores consejeras para avanzar una historia, porque solo sueltan conceptos que suenan interesantes, pero les importa muy poco si estos son compatibles con lo que la historia representa y el arco que los personajes deben recorrer.
Esto no solo hará que tu historia se sienta poco cohesiva, sino que te forzará constantemente a crear argumentos artificiales para que las ideas caprichosas de las Musas puedan aparecer en la historia.
Lo más importante para la trama es que se sienta que un evento lleva a otro de una forma natural, que lo que se está viendo es una serie consecuencias y reacciones como la vida misma, no un guion caótico actuado por malos y falsos personajes.
Los personajes serán ideas, no personas
Como las Musas no respetan arcos de personaje, tampoco respetan a los personajes que actúan en el relato. Estos no son más que vehículos para llegar de una idea a otra, sin que su contexto personal importe en lo más mínimo.
La idea de una Musa siempre debe ser evaluada con escepticismo, y tienes que tomarte muy en serio la labor de proteger a tus personajes de las propuestas que te hagan estas diosas.
De lo contrario, acabarás con avatares, no con personajes que se sientan reales.
Las Musas se pueden “entrenar”
Por suerte para todos, las Musas se pueden entrenar, y también te puedes entrenar a ti mismo para no caer en sus juegos más pícaros.
¿Cómo se entrenan? ¡Trabajando como burro! La única forma de que no seas una víctima fácil para ellas, es que tengas un conocimiento tan certero de tu historia que haga que de inmediato identifiques una idea que no sirve para nada.
Lo mejor de todo, es que si te vuelves bueno en esto, las Musas no te abandonarán, sino que empezarán a hacerte sugerencias que sí estés inclinado a aceptar.
Solo entonces serán una herramienta favorable para ti. Eso sí, igual no deberías depender de ellas.
¡Y eso es todo! Espero que el artículo te haya servido. Si fue así, seguramente te encantará leer este otro sobre el Deus Ex Machina. ¡No te lo pierdas!
No sé por donde leí, de un escritor que decía, que las musas eran reales pero debían encontrarte trabajando. Supongo que se refería a la parte a la que llegas en tu entrada, cuando ya las estrenaste. Y es cierto, cuando me trabo en algo y no puedo avanzar muchas veces llega una musa al rescate, pero es porque aunque no he podido avanzar en lo escrito, en mi mente he estado analizando la historia. Y también pasa que te llega una musa con una idea genial y luego cuando la quieres plasmar en papel, es tan difícil o tan fuera de lugar que mejor terminas guardándola para otra ocasión o simplemente descartándola.