La inmadurez como elemento narrativo: ¿te sirve?
La inmadurez puede ser una pieza crucial en la construcción de un personaje
Nos guste admitirlo o no, absolutamente todos nosotros fuimos inmaduros alguna vez. Quizás la sufrimos ahora, quizás se nos quitó a los veinte o quizás a los cuarenta, pero nadie puede alardear de haberse saltado esta etapa.
Por supuesto, cuando hablamos de inmadurez, nuestra primera sensación es de rechazo. A nadie le gusta alguien inmaduro y quizás por eso queramos evitar que nuestros personajes tengan esta característica, pero esa no necesariamente es la mejor opción.
Si quieres aprender más sobre el tema, ¡lee este artículo hasta el final!
¿Qué es la inmadurez?
Una persona inmadura es aquella que no ha finalizado el desarrollo físico o mental acorde con la edad que tiene.
Este es el clásico personaje que a sus cuarenta años sigue saliendo con jovencitas y yendo a bares para “ligar”, o el adolescente que sigue pretendiendo que sus sensibles padres son unos idiotas que saben menos que él.
Es una debilidad del personaje que lo lleva a cometer errores y actuar de forma impulsiva, ignorando las consecuencias que sus acciones le traerán.
Dicho de otra forma, ¡la inmadurez es un catalizador genial para crear conflictos en la trama y desarrollar el arco de los personajes!
¿Qué representa?
Aunque antes mencionamos que la inmadurez incluye la falta de desarrollo físico, lo cierto es que en el contexto narrativo la inmadurez solo tiene valor desde el punto de vista mental.
Esto es cierto incluso en el caso de personajes con defectos físicos claros, porque narrativamente su inmadurez solo tiene impacto si el personaje no tiene la capacidad de lidiar con su situación a nivel psicológico.
¿Esto que significa? Significa que la inmadurez lo que representa es que el personaje está “incompleto”. La inmadurez simboliza una falla o carencia en la forma en que el personaje percibe el mundo que lo rodea y/o su propia persona.
Eso hace que la inmadurez sea un elemento que se ve forzado a evolucionar a medida que los eventos de la trama modifican esta visión del personaje.
Por eso, este elemento tiende a formar parte de los arcos de redención, inversos y de identidad, ya que es un elemento genial para marcar las áreas de mejora del personaje y crear un camino narrativo claro para su progresión.
¿Cómo trabajarla en una historia?
Por suerte para todos, la inmadurez no es un elemento demasiado complicado de incluir exitosamente en una historia. ¡Solo debes tener en mente estos tres puntos!
Establece el tipo de inmadurez del personaje
Es importante entender que la inmadurez puede venir de muchas formas. Puede nacer de la ingenuidad o idealismo del personaje, quizás de su impulsividad y el sentimiento de que es superior a los demás, o tal vez de traumas internos que le impiden comprender la complejidad de ciertos aspectos de la realidad.
Lo curioso es que estos distintos tipos de falla hacen que la inmadurez interactúe de forma distinta con el arco del personaje, y precisamente por eso es una de las primeras cosas que debes establecer lo antes posible.
Recuerda que la inmadurez es un catalizador, algo que facilita la inclusión de otras fallas y elementos narrativos, así que debes asegurarte de saber qué es exactamente lo que introducirá en la historia.
Únela con los conflictos de la historia
La inmadurez es algo que solo se quita a los golpes, ya sea por los que se pega el mismo personaje o por los que ve que otros reciben. Eso significa que la inmadurez debe traer consecuencias negativas para los personajes, obligándolos a verse a sí mismos con una luz distinta y mucho más profunda.
Esto lo menciono porque esos escritores que mencioné antes que intentan evitar que sus personajes sean inmaduros, terminan creándolos de todas formas, pero luego la narrativa no trata con honestidad sus carencias, haciendo que tengan pocas o cero consecuencias por los actos que cometen.
Esto es muy común en las historias de adolescentes como The Kissing Booth o Sierra Burguess is a Loser.
Nota: quiero que quede claro que el problema no es que se introduzcan personajes inmaduros, sino que la historia no genere conflicto ni consecuencias negativas a los actos que estos personajes llevan a cabo.
Átala al arco del personaje
Una vez que marcas el tipo de inmadurez y le permites generar conflicto en la trama, el siguiente paso es que las fallas que la inmadurez produce formen parte del arco del personaje.
Su crecimiento y evolución en la historia debe girar en torno a estas debilidades, ayudándole a dejar de estar “incompleto” y terminar de realizarse como persona.
En pocas palabras, si tienes un personaje inmaduro al inicio de tu historia, debes procurar que sea maduro (o por lo menos “más maduro”) para el final de la misma.
¡Y eso es todo por hoy! Si te gustó este contenido, seguro disfrutarás este otro sobre cómo escribir niños y adolescentes en las historias. ¡No te lo pierdas!