Deja de poner emociones en tu historia… haz algo mejor
No pongas emociones de forma directa en tu historia
Durante el mes de abril, tuvimos nuestra 1.ª Competición de Escritura en el Discord, la cual consistió en una serie de retos semanales que pusieron a prueba a los mejores escritores de nuestra comunidad. Uno de estos retos giró en torno a cómo escribir emociones en una historia y luego me di cuenta de que es un tema del que no he hablado en este blog.
Bueno, siendo honesto, he hablado mucho sobre emociones y cómo trabajarlas, pero no he hablado literalmente de cómo debes plasmarlas en el texto para sacarles el máximo provecho.
Si te interesa aprender más sobre el tema, ¡no pares de leer!
¿Son necesarias las emociones en una historia?
¡Por supuesto! Las emociones no son solo absolutamente necesarias en una historia, sino que son el secreto para que sean entretenidas, memorables y tengan profundidad narrativa.
Es incuestionable que, como escritor, el éxito de tus historias pasa por tu capacidad para plasmar emociones en tu escrito y lograr que la audiencia conecte con ellas. Mientras más interesantes, idiosincrásicas y profundas sean, mayor será el impacto que tu obra deje en tus lectores.
Entonces, ¿por qué te digo que no las pongas?
Ahora, esta es la parte en la que tengo que admitir que el título es un poco clickbait. Obviamente, sería incongruente con lo que ya he dicho pedirte que no pongas emociones en tu historia.
En realidad, a lo que me refiero, es que NO MENCIONES EMOCIONES DE FORMA DIRECTA EN TU OBRA. Es decir, en la medida de lo posible, no coloques palabras como “alegría”, “miedo”, “ansiedad”, “sorpresa”, etcétera.
Esto es bastante contraintuitivo, pero créeme que esta práctica puede llevar a tu escritura al siguiente nivel.
JEFS, es imposible escribir una historia sin poner una emoción de forma directa
Quizás este es el pensamiento que te quedó al leer la frase anterior. Eso no me sorprendería, porque es la reacción más común de los escritores novatos en cuanto se les plantea este reto. Después de todo, parece una especie de paradoja, como decir que “parpadees sin cerrar los ojos” o que “saltes sin despegar los pies del suelo”.
Si piensas esto, entonces seguro te sorprenderá que TODOS los participantes de la Competición de Escritura lograron superar el reto y construir emociones profundas e interesantes en sus historias a pesar de las supuestas limitaciones.
Por su parte, a mí no me sorprendió en lo absoluto precisamente porque el reto era en realidad un acertijo para que los participantes descubrieran por su cuenta lo que te voy a compartir ahora.
¿Cómo escribir emociones sin escribir emociones?
Para poder superar este reto con éxito, lo primero que debías hacer era entender que tus mejores aliados para construir emociones son, en realidad, los símbolos, la atmósfera de la escena y los recursos literarios como la metáfora.
El tema es que escribir emociones sin escribir emociones no solo es perfectamente posible, sino que es MUY FÁCIL e intentarlo te permitirá añadirle más belleza a tu relato y que tu audiencia conecte mucho mejor con lo que ocurre en tu obra.
Ya sé que te estoy haciendo demasiado show con esto, así que ya te voy a mostrar cómo luce esto en un escrito.
Lo que verás a continuación es una de las historias mejor calificadas del reto, el cual consistía en desarrollar una interacción entre un asesino y su víctima, y las emociones de los dos sin colocar una de estas de forma directa en la redacción.
Allá abajo
Julia se detuvo en seco al entrar a la gigantesca habitación. Giraba la cabeza en todas las direcciones y en sentido contrario giraba el cuerpo, buscando. Después de unos segundos que parecieron eternos, se dirigió tropezando hacia la chimenea que estaba en el centro de la biblioteca.
En cuanto llegó, metió la cabeza para buscar una salida en lo alto, pero no la halló, además, sus manos resbalaban de la piedra debido al tizne.
Su corazón se paró al escuchar el eco de las lentas pisadas que se le acercaban. Estaban a punto de atraparla y ya no había tiempo de buscar otra salida.
Julia tomó un atizador y rápidamente se giró hacia la entrada. Sostenía el pedazo de hierro con todas sus fuerzas. El aguijón de este bailaba enérgicamente mientras apuntaba hacia la puerta que se abriría en cualquier momento.
Julia podía escuchar su agitada respiración tanto como los violentos latidos de su corazón. El aire que no entraba por las ventanas bloqueadas le hubiera conferido algo de alivio, ya no por la posibilidad de escapar, sino para llenarle los pulmones.
El tiempo parecía eterno y por un segundo le cruzó por la cabeza aventar el atizador y esconderse detrás de un sofá, debajo de una mesa o entre los libreros, pero en el fondo sabía que no funcionaría y que su mejor opción era apelar a un golpe de suerte.
Mientras la puerta se abría lentamente, la respiración de Julia se detuvo. La cruel e imponente silueta entró en la habitación. La luz naranja que bajaba del candelabro le confería el aspecto de un ente salido del infierno. Debajo de la túnica negra se observaba la estoica máscara que ocultaba la identidad del engendro y de las mangas se asomaban el filo del cuchillo y la punta del gancho que goteaba sangre, probablemente la de John.
—¡Detente! —gritaba Julia—. Déjame ir, por favor. Por favor… —alargaba las últimas sílabas mientras las lágrimas brotaban de sus ojos—. Prometo no decirle a nadie. Prometo que, si me dejas ir, jamás volverás a verme. ¿O quieres que cuente tu historia? ¿Eso es?
—¿Por qué piensas que no quiero verte más, querida? —le respondió el encapuchado que se detuvo a escasos dos metros de ella, bañado por las sobras y las brasas provenientes del candelabro.
Julia lo miraba fijamente, con la boca entre abierta, creía reconocer esa voz. Al notar esa expresión, el encapuchado se descubrió la cabeza y lentamente se quitó la máscara.
—Hola, querida —dijo mientras sus labios esbozaban una retorcida mueca que se extendía de oreja a oreja. Se inclinó un poco para acercar la cara a la de Julia.
—Pe… pero te vi morir —dijo ella—. Justo ahí —señaló débilmente hacia un rincón de la habitación.
El hombre se enderezó y levantó el rostro hacia el techo. Extendió un poco los brazos, dejando ver sus armas, y con un ligero espasmo recobró su postura acechante.
—Fue la parte más difícil, incluso más que contenerme durante el tiempo que pasamos juntos; pero de no ser por ello habrían notado cada que me escurriera para hacer lo mío. —se tomó una pausa para volver a acercarse a la cara de Julia—. ¡Sí! ¡Sí! ¡Es la mejor expresión de todas! —se acercó el cuchillo a los ojos y luego a Julia—. ¿Ves eso? Está seco. Hay que arreglarlo… Te contaré un secreto —sonreía y movía la cabeza de izquierda a derecha—. Era bueno verlos correr por sus vidas. Cada grito que daban cuando me descubrían llevándome a otro de los suyos era delicioso. Esconderme en la oscuridad y esperar a que bajaran la guardia. Verlos ir de un lugar a otro intentando escapar. Perseguirlos lentamente como un cruel e inevitable destino tenía su magia. Pero nada de eso se compara a allá abajo, al momento de revelar la sorpresa. Hay un sitio que aún no has visto. Todos nos esperan allí. He, he —rio como un desquiciado. Luego dijo lo siguiente con voz lenta y profunda—. En ese lugar, suelo revelar mi identidad. Sus expresiones, lo que ustedes me muestran, es lo mejor de esto, y también lo que sigue… Pero la tuya, querida mía, ha sido la mejor reacción de todas —revolvió las manos en las empuñaduras de sus armas haciendo que el cuero de sus guantes chillara.
Julia negaba con la cabeza mientras retrocedía lentamente, intentando ganar distancia con el atizador.
—Nos esperan, Julia. La fiesta está por comenzar —inspiró el perfume de sus armas—. Prometo que será inolvidable.
Se acercó y tomó a Julia por los hombros. El atizador no representó obstáculo alguno.
—Allá disponemos de todo el tiempo del mundo —le dijo y pasó el cuchillo por su rostro, viendo brillar el filo.
Julia lloraba incontenible y en silencio. Aquella persona tan importante que creía muerta, era en realidad el asesino. Y ya no sabía si lloraba por su vida o por el engaño. Él se acercó y lamió las lágrimas de su mejilla.
—Mucho mejor que hacer el amor. ¿No lo crees, querida? —hizo una pausa—. Debes creerlo, soy yo —y al decirlo enterró el gancho en la espalda de Julia y comenzó a arrastrarla, tomándose su tiempo, saboreando.
Julia lloraba y gritaba y se retorcía mientras sangraba, pero nadie la salvaría, así como nadie salvó a los demás.
Como ves, lo que hizo el escritor fue construir las emociones a partir de la metáfora y los símbolos que surgen de las descripciones de la atmósfera. El texto fluye muy bien y las emociones se vuelven más idiosincrásicas, porque cualquiera puede sentir miedo, pero debes estar en una situación muy horrible para que digan que al hablar “alargabas las últimas sílabas mientras las lágrimas brotaban de tus ojos”.
Estoy seguro de que, como escritor, ya has construido escenas así, pero tampoco me queda duda de que no eras consciente de lo que hacías.
La idea es que de ahora en adelante comiences hacerlo y le saques más provecho a esta técnica que sin duda te ayudará a darle un extra punch a tu escritura.
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