Las distopías en las historias: ¿qué tienen de especial?

Las distopías en las historias: ¿qué tienen de especial?

Las distopías en las historias: ¿qué tienen de especial?

Desde que George Orwell regaló al mundo su obra maestra 1984, han aparecido toda clase de autores con la intención de explorar a su propia manera las distopías en las historias, algunos con más éxito que otros.

Muchas de nuestras historias favoritas, como Attack on Titan, The Man in the High Castle o Rick and Morty, exploran la idea de las distopías y no es para sorprenderse; después de todo, este elemento puede dar lugar a narrativas increíbles.

Dicho esto, no es nada fácil construir una buena historia que lo aproveche al máximo, y por eso creo que sería interesante que habláramos sobre el tema en este artículo.

¡No pares de leer y aprende todo sobre las distopías en las historias!

¿Qué es una distopía?

Una distopía es una sociedad ficticia, usualmente representada en obras de arte como películas y novelas, que suele estar dominada por el totalitarismo militar o ideológico que la hace, cuando menos, indeseable.

Su presencia en una historia de inmediato genera conflicto y puede dar pie a conversaciones filosóficas interesantes sobre la existencia humana.

¿Cuál es su significado simbólico?

Como te podrás imaginar, las distopías son una inversión del concepto de las utopías, sociedades perfectas y armoniosas donde todo es maravilloso. Sin embargo, la relación que tienen ambas filosofías es más estrecha de lo que parece.

Verás, una de las razones por la que 1984 se convirtió en una obra revolucionaria y clásica de forma casi inmediata, es que le atina de lleno a la debilidad más grande de las supuestas utopías (un concepto que hasta el día de hoy forma parte de la ideología comunista y de la izquierda radical): es fundamentalmente totalitario.

Como también exploró Dostoyevsky, el ser humano no está hecho para vivir en utopías, sino para resolver problemas.

“Báñalo con cada bendición de la tierra, ahógalo en un mar de felicidad, de forma que nada más que burbujas de alegría se vean en la superficie; dale prosperidad económica, tanta que pueda simplemente dormir, comer pasteles y deleitarse con la continuación de la especie, e incluso ahí, por pura ingratitud, por puro resentimiento, el hombre te jugará un truco malicioso. Incluso arriesgará sus pasteles, y deliberadamente buscará la basura más fatal, la persecución económica más absurda, simplemente para introducir en todo lo positivo su fatal y fantástico elemento. Son justamente sus sueños fantásticos, ese designio vulgar, lo que querrá mantener simplemente para demostrarse a sí mismo (como si eso fuera necesario) que es un hombre y no las teclas de un piano a quien las leyes de la naturaleza amenazan con controlar tan completamente que pronto no habrá nada más que anhelar que el calendario” — Memorias del Subsuelo, capítulo VIII.

El problemas de las utopías es que son un concepto completamente antihumano, y cualquiera que intente traerlas a la realidad, inevitablemente construirá un estado totalitario e ideológicamente rígido.

Es decir, todas las utopías están destinadas a convertirse en distopías, porque el ser humano, incluso si la sociedad construida es genuinamente perfecta y generosa, se rebelará contra ella. Aunque tenga una posición privilegiada dentro de esa sociedad, tratará de corromperla para favorecerse a sí mismo todavía más, incluso si no lo necesita.

Dicho esto, esa misma debilidad impide que exista una sociedad perfecta y generosa. En la práctica, lo que aparecerá será un monstruo con ojos en todas las esquinas, al que solo le interesa dominarte o asesinarte si no queda de otra.

Es justamente esa idea lo que hace que 1984 sea un libro tan aterrador y profundo, porque habla sobre una realidad de los humanos con la que no es fácil lidiar, ya que no se trata solo de aceptar que la sociedad tiene deficiencias, sino que tú, como ser humano, las compartes también en su totalidad.

Y justo ahí es donde está el significado simbólico de las distopías: la lucha entre el orden y la rebeldía inherente en el ser humano. Si manejas esa lucha y la exploras, es muy probable que tengas algo increíble entre manos.

¿Cómo construir una distopía?

Ahora que entiendes el concepto y su participación en las historias, es hora de que hablemos sobre cómo se construye. ¡Aquí te van algunos consejos generales!

Desarrolla lo que la hace buena y lo que la hace mala

Quizás en este punto te estés preguntando si algo como el imperio de Star Wars o de Eragon son distopías. Después de todo, son gobiernos autoritarios que son opuestos por una especie de rebelión.

Curiosamente, ninguno de los dos lo es, sino que caen en el arquetipo del imperio malvado, una idea muy distinta a la de la distopía.

¿Por qué? Bueno, porque su propósito es simplemente ofrecer una facción que actúe como oposición o los héroes. Es la lucha entre la justicia y la opresión, lo cual es un concepto interesante y útil para contar historias, pero no cumple la misma función que las distopías.

Entonces, ¿cómo diferencias una distopías de un simple gobierno cruel? Pues, lo central termina siendo la ideología. Justamente lo que crea una distopía es la corrupción de un ideal valioso y (en la superficie) puro, ya sea la igualdad, la prosperidad o el orden.

Es decir, la sociedad que presentas, por muy terrible que sea, en realidad debería tener una razón para ser como es; beneficios tan positivos que justifiquen, en buena medida, los actos inmorales que realiza.

Por ejemplo, en 1984, la sociedad funciona, las personas cumplen sus roles y nada sobra ni nada falta. Todo está en su justa medida. La intervención del gobierno es agobiante y terrible, pero, desde un punto pragmático, hace lo que procura hacer.

Esa sociedad no busca la felicidad de sus habitantes, sino controlarlos y mantenerlos en su lugar.

Dicho de otra forma, para los que están de acuerdo con el sistema o se benefician de él, estas son razones suficientes para apoyarlo; mientras que para los que no comparten el sistema de valores del partido, termina siendo una realidad opresiva de la que quieren escapar.

Es justo en esa dualidad que la distopía puede convertirse en un elemento profundo y llamativo que eleve tu historia y la haga memorable.

Por supuesto, esto hace que sea bastante complejo escribir esta clase de historias, pero vamos, estamos hablando de un género que nació con un sujeto tan brillante y sofisticado como George Orwell. Tienes que intentar estar a su altura.

Asegúrate de dotarla de lógica y realismo

Una de las cosas más molestas de Los Juegos del Hambre y la principal razón por la que jamás pude tomarme en serio las películas, es que los villanos son exageradamente caricaturescos, especialmente el presidente Snow (casi le ponen “la Bruja del Invierno”).

Está bien que exista una diferencia grande entre los oprimidos y los opresores, pero en los Juegos del Hambre es tan abismal que te cuesta tomarte en serio a los que viven en la capital. Además, los ciudadanos siempre son un cero a la izquierda, incapaces de reaccionar ante nada de lo que sucede en la historia.

Con la excepción de un puñado de conveniencias narrativas capitalinos traidores, pareciera que nadie tiene la capacidad de pensar por sí solo en ese lugar, y eso hace que la historia se sienta falsa y mal construida.

Además, esa falta evolución en el mundo también provoca que el universo se sienta pequeño y comprimido, como que solo una docena de personajes importan y toman las decisiones que afectarán a los millones de habitantes que quedan.

Dale realismo a tu sociedad, demuestra que hay personas que se animarán a rebelarse y hablar cuando otros lo hagan, que habrá individuos de cada posición social que apoyarán a los de la otra (y que lo harán por voluntad propia, no porque han sido manipulados maliciosamente). Que la sociedad evolucione paulatinamente, tanto en la escala del conflicto como en el diálogo moral.

Las revoluciones no resuelven mágicamente los problemas, simplemente los sacan a la luz de una forma violenta y aparente. Por algo es que, siglos después, los Estados Unidos sigue teniendo problemas raciales a pesar de que hombres blancos y negros murieron juntos en el campo de batalla, luchando por el derecho a vivir bajo el mismo cielo en igualdad de condiciones.

Las transiciones toman tiempo, y necesitas que eso quede reflejado en tu historia para que exista una lógica coherente y realista.

No hagas que la oposición sea perfecta

No cometas el error de actuar como si tus héroes fueran paragones de virtud y bondad, héroes destinados a llevar a la humanidad a un futuro próspero y maravilloso.

Esto es justamente lo que hace que Los Juegos del Hambre, Maze Runner y Divergente se sientan como fantasías adolescentes superficiales. ¿Por qué? Porque sus protagonistas no son más que Mary Sues medianamente disfrazadas que no permiten que realmente exista un diálogo sobre las debilidades humanas.

Para que la distopía tenga sentido simbólico, necesitas obligatoriamente que tus personajes tengan fallas graves, que tomen decisiones moralmente ambigüas y duras, y que la audiencia se pregunta si ellos hubieran formado parte de los “conformes”, de los “rebeldes” o de los “opresores”.

Dentro de todas las fallas que Attack On Titan puede tener, lo cierto es que esta parte la hace a la perfección, y es por eso que la construcción de mundo de esa serie es tan apasionante.

No romantices a tus personajes. Permíteles que sean humanos, que se equivoquen, cometan actos inmorales y lidien con las consecuencias. Créeme que así podrás llevar el diálogo a zonas tan increíbles y profundas que habrá pocas obras que se le comparen.

¡Uff, y con eso ya llegamos al final! Ahora tienes todo lo que necesitas para construir una distopía interesante y compleja.

De todas formas, si tienes alguna duda, ¡asegúrate de dejarla en los comentarios!

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