La rutina como elemento narrativo: ¿qué puede ofrecerte?
La rutina como elemento narrativo: ¿qué puede ofrecerte?
Seguramente te has topado con muchas historias que tienen el clásico collage de escenas en las que un personaje repite una y otra vez la misma rutina, ya sea con una sonrisa en la cara o con una expresión que revela que está más muerto que vivo.
Eso no es una casualidad. En realidad, la rutina tiene mucho potencial como elemento narrativo, y en este artículo te quiero hablar un poco sobre eso.
Si te interesa, ¡no pares de leer!
¿Qué es la rutina?
La rutina es la costumbre o hábito de hacer algo de la misma forma, sin necesidad de pensar mucho en ello.
La rutina es, como ya sabes, lo que hacemos todos los días o, más interesante todavía, los patrones en nuestro comportamiento diario que no solo definen quiénes somos, sino a dónde nos estamos dirigiendo.
Es por eso que, muchas veces, la rutina nos aburre y se nos presenta de forma insatisfactoria, porque nuestra vida puede fácilmente estancarse si nuestro rumbo nunca cambia o simplemente nos quedamos en el mismo lugar.
Esto ha hecho que la palabra “rutina” tenga una especie de connotación negativa que relaciona el concepto con el conformismo, la complacencia y el aburrimiento. Sin embargo, como te podrás imaginar, eso no es todo lo que es.
La rutina también es una consecuencia de vivir en un mundo que tiene sentido; un mundo en el que puedes llegar a predecir con altas probabilidades de éxito lo que te espera al día siguiente. El hecho de que puedas participar de una rutina no te hace miserable, sino alguien extremadamente suertudo.
Es importante entender esas dos caras del elemento si queremos darle verdadera profundidad en nuestra historia.
¿Qué representa de forma simbólica?
La rutina, independientemente de cómo se maneje, siempre representa lo mismo: la zona de confort del personaje.
Incluso un personaje que está incómodo con su rutina, finalmente la vive de manera repetitiva porque la ha aceptado como parte de su persona; eso quiere decir que tanto sus fallas como sus virtudes están colaborando para que la rutina se mantenga inamovible.
Nota: obviamente, aquí no entran rutinas forzadas sobre el personaje como la esclavitud.
Para profundizar más sobre esta idea, tenemos que entender primero las dos maneras en que se puede manejar la rutina en una historia. ¡Aquí te van!
La rutina insoportable
La rutina insoportable es aquella que tiene al personaje deprimido y extremadamente harto. El personaje se mantiene en ella porque es demasiado cobarde para buscar otras opciones o porque se siente incapaz de modificar su vida, a pesar de que sabe y siente que necesita un cambio drástico.
Este tipo de rutina ayuda a establecer de manera muy efectiva fallas como la timidez, la cobardía y la falta de confianza, pero también para mostrar virtudes como el estoicismo y la disciplina, y motivaciones aspiracionales que enseñan que el personaje quiere “algo más”.
Si tu personaje tiene estas características y piensas hacer que evolucione a lo largo de su arco de personaje, mostrar su rutina y la forma en que esta lo deprime te puede ayudar muchísimo a construir su personaje de forma eficiente en la narrativa.
A su vez, la rutina de estos personajes suele ser aburrida, carente de relaciones interpersonales valiosas, con poco potencial de crecimiento y caracterizada por ciertas prácticas denigrantes.
Algo así vemos en películas como Wanted o Wally, donde los personajes están atrapados en una rutina que los aplasta y desesperadamente quieren salir de ella y empezar algo nuevo.
Esta rutina, desde el punto de vista narrativo, es perfecta para crear motivaciones profundas que inspiren al personaje a emprender un viaje peligroso y difícil, incluso si duda al principio (algo típico cuando trabajas la rutina como elemento narrativo, ya que le estás pidiendo al personaje que salga de su zona de confort).
La rutina deseada
La rutina deseada, por otro lado, es una rutina que no aplasta en lo absoluto al personaje, sino que este la recibe de buen agrado y la considera una de las mejores partes de su vida sin darse cuenta de los vicios que representa.
Esta es la clásica rutina que vemos en personajes ambiciosos, arrogantes y egocéntricos; que se preocupan solo por ellos mismos y su éxito, y están más que felices con eso.
En este caso, la rutina sirve para mostrar esas fallas del personaje, aunque también para mostrar virtudes como la proactividad y la inteligencia.
Los personajes que se encuentran en una rutina deseable son forzados fuera de ella por elementos externos que, de entrada, siempre son percibidos como una tragedia por parte del protagonista, quien quiere desesperadamente volver al statu quo con el comenzó la narrativa.
Esto hace que las rutinas deseables sean ideales para historias de identidad y redescubrimiento, porque el personaje emprende el viaje con la motivación de “volver” a ser quien era, no tiene la intención de crecer porque ni siquiera conoce las debilidades de su persona.
Lo más probable, de hecho, es que considere su ambición y su arrogancia virtudes que demuestran que está por encima de los demás plebeyos. Sin embargo, esa ceguera moral es justamente la que causa una fuerte impresión una vez que el personaje se quita la venda de los ojos y se ve obligado a juzgar sus carencias como persona y trabajarlas.
Esto es algo que vemos en películas como Klaus u Hombre de Familia en las que sus protagonistas son sacados a la fuerza de una rutina que no querían romper bajo ningún concepto.
¿Cuál es la ideal para ti?
Como te podrás imaginar, la mejor para ti dependerá por completo de la clase de protagonista que tengas y la visión que quieras trabajar en tu historia.
A su vez, no es necesario que coloques una rutina en tu obra, es simplemente un elemento narrativo que te puede ayudar muchísimo a establecer puntos importantes de la vida del personaje y construirlo de una forma eficiente y clara.
¡Y con eso acabamos! Si te gustó este artículo, considera leer este otro sobre la ambición como elemento narrativo. ¡Seguro lo disfrutarás!