¿Cómo escribir adolescentes y niños?
¿Cómo escribir adolescentes y niños?
Una de las preguntas que recibo con más frecuencia en el blog está relacionada con cómo se deben escribir los adolescentes y niños en una historia.
Para ser honesto, es una duda muy válida porque esta clase de personajes se construyen de una forma tan precaria con tanta frecuencia, que es normal que nos preguntemos si siquiera vale la pena incluirlos en una historia.
Esto, en buena medida, es culpa de algunos libros de la literatura juvenil, donde los adolescentes son casi siempre pintados bajo una luz egocéntrica y narcisista que, si bien forma parte de la pubertad, nunca se trata como lo que es: una visión inmadura producto de una mente en vías de formación.
Entonces, ¿cómo podemos eludir la influencia de las historias populares de hoy en día y construir personajes que, además de actuar acorde a su edad, aportan valor a la narrativa?
¡Lee este artículo hasta el final y descúbrelo!
¿Por qué es más difícil de lo que parece?
Tanto la adolescencia como la niñez son dos etapas que se van en un parpadeo, pero parecen eternas mientras las vives. La mayoría de los jóvenes pasan esa parte de su vida ansiosos por llegar a la adultez y cumplir sus sueños.
Eso la convierte en una etapa transicional de la vida, donde puedes darte el lujo de estar en piloto automático y pensar muy poco en las consecuencias que tus acciones provocan. Por ejemplo, si estás convencido de que quieres ser un cantante famoso, quizás no le prestes atención a tus estudios y no trabajes tus habilidades sociales porque, eventualmente, todos te adorarán y querrán ser tus amigos.
Al mismo tiempo, si eres un joven aplicado y disciplinado, quizás te la pases esforzándote y planeando cada día para acercarte más a tu meta de ser doctor o un ingeniero revolucionario, ignorando todas las oportunidades para crear recuerdos y amistades que durarán toda la vida.
Ambos extremos tienen sus ventajas y desventajas, pero al final del día, lo peor de todo es que hacen que deseches tu adolescencia, ya sea llevándote a una búsqueda inútil por el placer o una obsesión por el futuro que te aleja del presente.
Lamentablemente, tantos de nosotros caen en esa trampa que luego, diez años después, voltean a ver su adolescencia de una manera romántica, como si fuera el mejor momento de la vida, donde podías hacerlo todo y ser hermoso y sin preocupaciones.
Y si en eso se convierte la adolescencia, la niñez se vuelve todavía más exagerada, porque además de todo eso, representa la inocencia y la felicidad, incluso si tu infancia no fue particularmente feliz.
Por eso es que muchos escritores son completamente incapaces de escribir esta clase de personajes. En lugar de proyectarlos con honestidad, crean versiones romantizadas y utópicas de la realidad, lo cual los hace insoportables y molestos.
O peor, terminan creyendo que las etapas por sí mismas son un rasgo válido de personalidad y que no se necesita agregar nada más; razón por la que existen tantos personajes cuya única característica es que son “adolescentes rebeldes” o “niños tiernos”.
Se necesita mucha madurez y capacidad introspectiva para crear bien estos personajes. ¡No te tomes la tarea a la ligera!
¿Por qué debes hacerlo bien?
Bajo ningún concepto quiero que este artículo te invite a sacar a todos los adolescentes y niños de tu historia. Al contrario, quiero que tengas las herramientas para extraer todo el increíble potencial que te pueden aportar.
De hecho, esa palabra es la clave de por qué te conviene construir estos personajes bien: potencial.
Cuando nos estamos desarrollando y todavía no llegamos a la adultez, es cuando nuestra persona tiene más potencial. Cuando observas un bebé de un año o menos, es imposible que puedas predecir en qué se convertirá, pero el simple hecho de que se convertirá en “algo” hace que su existencia sea emocionante y prometedora.
Podría ser un astronauta, presidente de la república, el inventor del viaje intergaláctico y quién sabe qué más (por supuesto, también podría convertirse en algo malo, pero tendrías que estar muy dañado para que eso se te ocurra).
Cuando vemos un adulto no pensamos lo mismo porque está claro que el tiempo ya no juega a su favor, sino en su contra, y cada día que no trabaja con todas sus ganas lo aleja más de su meta.
Esto es exactamente lo mismo que sucede en una historia, porque un niño o adolescente, especialmente si empieza muy débil, puede convertirse en algo espectacular a medida que la trama avanza.
Esto es lo que sucede con sujetos como Harry Potter, Guts, Luke Skywalker, Ezio, Po, Hércules (de Disney) y un sinnúmero más. Esa drástica transformación es increíble y es todavía más satisfactoria cuando pudiste formar parte de ella.
¡Por eso te interesa hacerla bien!
¿Cómo construirlos?
Ya llegó la hora de responder la pregunta que realmente te interesa resolver: ¿cómo se construyen estos personajes?
¡Sigue estos consejos y verás que obtendrás muy buenos resultados!
Dales muchas fallas, pero potencial para superarlas
Una de las peores cosas que puedes hacer por los jóvenes que están en tus historias es convertirles en Mary Sues o Gary Stus.
¿Por qué? Pues, porque hacerlos perfectos y darles todo el poder y moralidad que necesitan desde el inicio, anula todo el potencial que tienen y, por lo tanto, se vuelven un cero a la izquierda desde el punto de vista narrativo.
Esta es, de hecho, una de las razones por las que Jotaro no me gusta como personaje. Me parece que todo lo que hace es sumamente épico y genial, pero narrativamente, es el Jojo más plano que existe.
Eso es porque desde el inicio de la historia Jotaro ya tenía todo lo que necesitaba para ganar. Tenía la mentalidad, la fuerza y la astucia para salir adelante. Esto se vuelve más aparente cuando, en la siguiente temporada, vemos a un Jotaro adulto que es prácticamente igual en todo sentido, excepto que se siente más humano porque no todo sale exactamente como quiere.
Es decir, en lugar de crecer, ¡Jotaro empeoró! Esa progresión no tiene justificación narrativa y hace que se vuelva más y más evidente que el mundo giraba a su alrededor mientras era el protagonista.
Compara eso con la progresión de un sujeto como Luke Skywalker. Un joven campesino quejumbroso e impulsivo, pero habilidoso y con un corazón noble. De entrada, su personaje es más interesante, porque tiene fallas que demuestran que tiene mucho margen de mejora, y cualidades que hacen que su potencial sea infinito en el contexto de la historia.
El Luke que aparece en la tercera película no tiene nada que ver con el de la primera, y esa evolución es lo que lo hace memorable e icónico.
No actúes como si el mundo girara a su alrededor
Si no quedó claro con la explicación que di antes de Jotaro, deja que refuerce el mensaje con más fuerza: tu adolescente no debe ser el centro del mundo.
Es decir, puede ser que, por las características de la historia, termine siendo alguien verdaderamente importante, pero eso no es justificación para que el resto de los personajes lo conviertan en su punto de interés número uno.
Cuando veo historias como Twilight y los Juegos del Hambre, es imposible no frustrarse con lo egocéntricos y narcisistas que son los adolescentes en el relato, constantemente actuando como si ellos tuvieran todas las respuestas y los demás son unos idiotas.
Esto se vuelve todavía peor cuando la historia termina siempre dándoles la razón, premiándolos por ese comportamiento egoísta e inmaduro.
Si tu intención es justamente construir un adolescente molesto y fastidioso, entonces haz que pague por lo que hace y créeme que tu audiencia le tomará mucho más cariño.
El mejor ejemplo que se me ocurre de esto es Eustaquio en Las Crónicas de Narnia, un muchacho insoportable que termina convirtiéndose en uno de los personajes más queridos y nobles de toda la saga.
Eustaquio tiene todos los defectos de un niño malcriado, pero la historia no lo coloca como el centro del mundo y actúa como si siempre tuviera la razón. Al contrario, su actitud constantemente genera conflicto y lo aleja de los demás, eventualmente empujándolo a una situación nefasta.
Esto activa su arco de personaje y permite que se redima a los ojos de la audiencia. Es simplemente genial, pero supongo que era de esperar de alguien como C.S Lewis, uno de los escritores más experimentados a la hora de escribir niños y adolescentes.
Si te interesa aprender más a fondo sobre este tema, ¡lee las Crónicas de Narnia!
Deja que tengan mentores
Uno de los peores vicios que se repite una y otra vez en las películas juveniles de Netflix, es que aunque los adolescentes son unos completos idiotas, los adultos son todavía peores.
No te puedo explicar lo difícil que fue ver Tall Girl. Fue una experiencia tan desgastante que, aunque la vi porque me pidieron que opinara sobre ella, terminé decidiendo no escribir un artículo al respecto.
Los problemas de la protagonista son exactamente la clase de problemas que un adolescente egocéntrico tendría, completamente enfocándose en sus propias penas sin ponerlas en perspectiva con las de los demás. Ahogándose en un vaso de agua sin necesidad.
Sin embargo, los adultos que están a su alrededor, a pesar de que deberían ser la voz de la razón y ayudarla a lidiar con su increíblemente ridículo problema, solamente empeoran las cosas y actúan de forma tan ridícula e inmadura, que te preguntas quién concibió a quién.
Escucha, también fui adolescente y pasé por lo que ella pasó. También tenía mis propios estúpidos problemas que consideraba las penurias más grandes de la vida como si fuera el ser más desgraciado de la creación, pero mis padres jamás actuaron como si tuviera razón.
Justamente porque ellos podían ver más allá, eran capaces de aconsejarme a la perfección. Que les hiciera caso era otro tema totalmente distinto, pero ellos cumplían su rol de mentores.
Precisamente, esa es la dinámica que tu personaje, sea niño o adolescente, debe tener con los adultos: ellos le dicen lo que está bien, y él decide si hacerles caso o aprender por las malas.
Eso les ayuda a madurar y genera buenas oportunidades para que exista conflicto. ¡No lo olvides!
Permíteles participar positivamente en la trama
Este consejo está más relacionado con adolescentes y niños que actúan más como personajes secundarios en una historia.
En estos casos, es bastante común que simplemente sean relegados al peor rol posible: el idiota que pone en peligro a todos. Esto sucede con increíble frecuencia en películas de terror y suspenso, pero está presente en toda clase de historias.
Ya sabes a qué me refiero. Es el típico niño que, después de haber sido casi asesinado por el monstruo, escucha una voz que lo llama y sale al jardín, o el adolescente que, cuando hay un asesino suelto que ya mató a uno del grupo, trata de seducir a la novia en la casa abandonada.
Estos personajes no son reales, son simples conveniencias narrativas para avanzar la trama. El primero se aprovecha del cliché de “la inocencia” mientras que el otro se aprovecha del de “adolescentes calenturientos”.
Estos personajes se ven reducidos a prejuicios generales y pierden toda su idiosincrasia y realismo.
Si al niño de tu historia lo agarra un monstruo, entonces estará a terrado lo que queda de película, abrazándose a su madre y sintiendo pánico cada vez que escucha un ruido medianamente extraño.
El adolescente, por muy calenturiento que estuviera, tendría que detenerse a pensar en su propia mortalidad, incluso si no se llevaba bien con el que murió anteriormente.
Este tipo de elementos no solamente les permite brillar con luz propia, sino que les ayuda a participar positivamente en la historia, sacando al protagonista de apuros o actuando como un apoyo en lugar de una carga.
Si haces eso, tu audiencia los apreciará más y sufrirá cuando estén en peligro.
Trabaja sus diálogos (internos y externos) según la edad que tienen
Esta es probablemente la parte más difícil de escribir esta clase de personajes y la que requiere un nivel mayor de comprensión psicológica del ser humano.
Verás, cuando hablo de que manejes los diálogos según su edad, no estoy diciendo que agregues lingos juveniles de la época, sino interacciones que están profundamente relacionadas con la jerarquía de valores que tiene alguien en esa etapa de la vida.
Por ejemplo, un adolescente en plena pubertad, suele valorar más a los amigos y lo que la gente piensa de él, que lo que sus padres opinan y piensan. Un niño, casi siempre se deja llevar por la satisfacción a corto plazo en lugar de pensar a futuro.
Pequeños detalles como esos pueden ayudarte muchísimo. Por supuesto, no estoy diciendo que deben actuar así, simplemente, considera el pasado que ha tenido el personaje y cómo alguien de su edad lidiaría con eso.
Quizás el personaje haya sufrido tanto que se vio obligado a madurar antes de tiempo, pero de todas maneras debe tener problemas para afrontar el peso que recae sobre sus hombros. Quizás tenga conflictos emocionales, quizás le cueste hablar de sus penas o, tal vez, esté lleno de odio y resentimiento, sin la madurez para entender que el mundo no es solo pura maldad.
La forma en la que se expresan debe revelar esta inmadurez, ya sea en los diálogos que externalizan como sus pensamientos (si estás narrando en primera persona). Así tu audiencia creerá que son personas reales y empatizará con ellos.
¡Y con eso acabamos! Espero que este artículo te haya gustado y tengas la intención de incluir esta clase de personajes en tu historia.
Si tienes alguna duda, ¡no olvides dejar tu comentario!
Oye. Muchísimas gracias.
En serio necesitaba este articulo (más que nada porque mis protagonistas son en su mayoría adolescentes y me gustaría hacerlo un poco más realista)
Pero hay algo que me intriga: como le hago para darles diálogos a ellos. Porque, seamos sinceros, un niño no piensa igual que un adulto, y un adolescente tampoco.
Me gustaría saber como hacerlo para que no caiga en ese error.
Esa es la parte complicada, porque no solo depende de la edad del personaje sino de la vida que ha tenido. Yo creo que lo mejor que puedes hacer es tratar de ponerte en los zapatos del personaje y tratar de pensar como él o ella lo haría. No es fácil, pero es lo único que puedes hacer. Lo bueno es que te ayudará con los diálogos de adultos también 🙂