La sensibilidad en las historias: ¿cómo manejarla?

La sensibilidad en las historias: ¿cómo manejarla?

La sensibilidad en las historias: ¿cómo manejarla?

La sensibilidad es un tema que no todos los escritores se toman lo suficientemente en serio a la hora de trabajar sus historias, especialmente los que están más enfocados en géneros que suelen darle más importancia a otros elementos, como construcción de mundo, sistema mágico y complejidad temática.

El enfoque se traspasa a desarrollar los elementos percibidos como los más “interesantes de la trama”, y se de deja a un lado la forma en la que los personajes viven y reaccionan a esos elementos.

Dicho esto, también existe tal cosa como exagerar en demasía la experiencia de los personajes y hacerlos tan sensibles o tan enfocados en sí mismos que pierden todo sentido de realismo y la trama sufre por eso.

En este artículo, hablaremos a fondo sobre el tema y te compartiré algunos tips que te ayudarán a manejar la sensibilidad con éxito en tus historias.

¡Sigue leyendo!

¿A qué me refiero con “sensibilidad”?

Cuando hablo de sensibilidad en este contexto, me refiero a la capacidad del autor para desarrollar y transmitir las emociones sublimes que experimentan sus personajes.

Estoy hablando de estos párrafos en los que un personaje hace una evaluación introspectiva y experimenta su dolor o felicidad, o incluso cuando habla con alguien más para compartir los sentimientos negativos que lo aquejan.

Saber dominar esta habilidad puede diferenciarte de los escritores decentes y darle ese “plus” a tus historias que las separe del resto.

¿Por qué te interesa?

Lo queramos admitir o no, sin importar la escala a la que se lleva a cabo el conflicto de una historia, cuando vamos a los detalles más importantes del asunto, la narrativa siempre está relacionada con un problema cercano y personal.

Por ejemplo, en una historia como El Señor de los Anillos, en donde nos topamos con un conflicto milenario y trascendental, en el que participan fuerzas más allá de la comprensión de los personajes, de todas formas tenemos una temática íntima, que gira en torno a cómo cada individuo enfrenta la constante tentación del mal.

El conflicto épico en esta saga, narrativa y simbólicamente hablando, no es demasiado distinto del que vivimos nosotros cuando pensamos en copiarnos en un examen para el que no estudiamos, o nos pasamos de coqueteos con alguien que no es nuestra pareja del momento.

Eso es porque una historia, al final del día, se trata de personajes y, por lo tanto, se trata de nosotros. Es por eso que es tan importante explorar las emociones de estos personajes y la forma particular e idiosincrásica con la que responden a lo que les ocurre.

Para eso está la sensibilidad, para ayudarnos a trabajar esas emociones y sentimientos de una forma profunda e interesante.

Esto no es algo fácil de hacer, especialmente porque, como mencioné antes, es tan posible ser “poco sensible” como “demasiado sensible” y cada historia tiene una balanza única que el autor debe navegar con cautela.

Ser poco sensible hará que los personajes de tu historia se sientan como herramientas en lugar de personas reales y le quitará ese valor temático tan crucial en la labor artística literaria.

Mientras tanto, ser demasiado sensible hará que el personaje muestre emociones que no tienen sentido de acuerdo a lo que está sucediendo, haciendo que la obra sea demasiado dramática y, por ende, se sienta falsa e insípida.

¡Es por esto que es tan importante aprender a manejar este elemento!

Elementos que debes considerar

Como mencioné antes, cada historia tiene su propia balanza, y es difícil para mí darte consejos directos que funcionen en cualquier situación.

Sin embargo, lo que sí puedo hacer es darte algunas recomendaciones generales que te ayudarán muchísimo a manejar la sensibilidad en tu obra como la narrativa lo demanda. ¡Aquí te van!

No es lo mismo un hombre sentimental que una mujer sentimental

Honestamente, entiendo que, para algunos, esto que acabo de decir sea controversial, pero créeme que es importante que lo tomes en cuenta al trabajar tu historia.

Obviamente, no estoy invitándote a que apliques el típico y superficial cliché de “las mujeres son más sentimentales que los hombres”; ese puede ser el caso con ciertos personajes de tu historia, pero también puede que suceda lo contrario.

Los hombres y las mujeres tienen la capacidad de ser tan sensibles o fríos como sus contrapartes del sexo contrario; lo interesante aquí es que la forma en que expresan esa sensibilidad o frialdad ES DISTINTA.

Esto es algo que grandes escritores de clásicos interpretan a la perfección. Estoy hablando de sujetos como Dostoyevsky, Tolstoi, Jane Austen o Víctor Hugo.

En sus libros, puedes ver con increíble poder cómo la desesperación o alegría que experimentan los personajes refleja perfectamente la mentalidad de su sexo particular. De nuevo, sé que esto puede sonar controversial, pero el que piense que los hombres y las mujeres perciben el mundo igual es completamente ignorante de la realidad humana.

Además, esas diferencias son GENIALES, son las que nos ayudan a evaluar toda la complejidad emocional que la historia nos puede transmitir.

En líneas generales, los hombres sienten con la razón, tratan de reducir su problema a una serie de acciones que se deben tomar y la probabilidad y/o dificultad para realizarlas es lo que determina su estado emocional. Mientras crea tener respuestas, estará relativamente bien; cuando se sienta atrapado e inútil, entrará en depresión.

La ventaja de esta perspectiva es que los invita a actuar, mientras que su desventaja más clara es que la razón no siempre tiene soluciones a los problemas humanos y, muchas veces, lo que tiene “más sentido” no es siempre la mejor opción.

En el caso de las mujeres, ellas sienten de una forma más profunda, no se quedan trabadas por culpa de los límites de la razón, sino que van más allá y sopesan el problema tanto por los obstáculos reales que les presenta en el día a día, como la forma en que está afectando su estado mental y el de las personas que la rodean.

La ventaja, en este caso, es que las mujeres analizan el problema de una forma más humana y compleja; la desventaja es que esta visión puede ser tan compleja que les impide actuar con suficiente determinación.

Estas dos perspectivas son igualmente valiosas y, si las trabajas bien en tu historia, te ayudan a abarcar toda la complejidad de las emociones de tu obra; porque mientras uno explora las soluciones, la otra explora el verdadero alcance del dilema.

Un ejemplo de esto lo vemos en A Few Good Men, donde fácilmente podemos argumentar que Joanne es menos emocional que Daniel, quien sufre de un inmenso miedo al fracaso.

Daniel enfrenta su problema de una forma racional: huyendo de él o evitando exponerse. En el camino, se está destruyendo a sí mismo y negándose la oportunidad de crecer, pero de todas formas lo hace porque esa es la única forma en la que entiende que puede “solucionar el problema”.

Para Joanne, no se trata de solucionar un problema en sí, sino de respetar los conceptos más profundos que están siendo afectados por el caso: la justicia, la lealtad y la verdad.

Ella, aunque teme el fracaso y es una persona preparada y competitiva, no duda dos veces al meter sus manos en el fuego precisamente porque entiende que lo que está en juego es mucho más que “perder un caso” o incluso ser castigado por acusar a un oficial de alto rango.

Algunos dirán que eso la hace “más emocional”, pero eso es una idea superficial porque al final del día TIENE RAZÓN. La diferencia es que ella no utiliza su raciocinio para simplificar el problema hacia una matriz de fácil solución, sino para abarcar toda su complejidad.

Esta actitud le enseña una valiosísima lección a Daniel, quien finalmente deja de huir del problema y acepta que es algo que, aunque la razón indique lo contrario, vale la pena arriesgar todo para solucionarlo.

Ahora, Daniel utiliza su capacidad para simplificar el problema en acciones ejecutables, pero es capaz de ver todos los componentes en movimiento al igual que Joanne.

Si solo tuviéramos a Daniel, la película carecería de profundidad y conflicto; si solo tuviéramos a Joanne, nos quedaríamos con la complejidad, pero quizás sin una verdadera resolución.

Este es un ejemplo en el que el hombre es quien finalmente resuelve el conflicto, pero esto también puede suceder a la inversa. Lo vemos en la película de Erin Brockovich o Raya y el último Dragón.

Eso último lo digo porque justo lo que quiero es que te olvides de la idea de que al decir que las mujeres y los hombres son distintos estamos afirmando implícitamente que uno es mejor que el otro. NO SE TRATA DE ESO. Se trata de cómo ambos te ayudan a añadir profundidad a tu historia.

El nivel de sensibilidad depende de la personalidad del personaje

Ahora, quiero que quede claro que el sexo no es lo único que define la sensibilidad del personaje. Sé que para muchos esto es extremadamente obvio, pero de todas formas quiero que quede por escrito para aquellos que no lo ven así.

El personaje tiene toda una serie de experiencias de vida y rasgos característicos que le harán responder de una forma idiosincrásica a los dilemas que la historia le presenta.

Estas diferencias deben ser lo que te dice si un personaje, al perder algo importante, lloraría, se enojaría o quedaría indiferente como consecuencia. No se trata de hacer que el evento dramático o feliz brille, sino que dejes que el personaje lo viva a su manera.

Aunque no lo creas, esto es lo que hará que el momento sea impactante para tu audiencia: ver una representación honesta de cómo alguien real se enfrentaría a la situación.

Este es justo el balance que debes proteger. Si no lo haces, tus personajes se sentirán falsos y tu historia sufrirá.

Si quieres un momento emotivo, construye sus componentes

¿Alguna vez te ha sucedido que, al vivir una emoción muy intensa, te es imposible explicarla sin contar algún evento de tu pasado que justifica tu reacción? ¡Por supuesto que sí!

Eso es porque las emociones no están sometidas a algo tan simple como “sucedió cosa buena = contento / sucedió cosa mala = triste”. Lo que marca la fuerza de tu reacción es todo el bagaje que tienes detrás de ella.

Es por eso que las escenas emotivas de una historia deben construirse con cuidado, trabajando todas las razones que explican por qué un personaje se sentiría de tal o cual manera.

Es decir, no es lo mismo que yo te cuente que me reencontré con mi papá desaparecido la semana pasada; a que hayas vivido conmigo las décadas de sufrimiento por culpa del abandono y conozcas todo el resentimiento que he generado a lo largo de los años.

Esta diferencia será la que te haga decir “Ah, ¿y cómo te fue?” a quedarte en silencio y sentir un vacío en el estómago mientras analizas mi expresión con cuidado.

En el segundo caso, entiendes a la perfección todos los componentes que hicieron que ese reencuentro fuera difícil para mí y puedes realmente empatizar con lo que estoy viviendo.

Lo mismo sucede si te digo que me gradué de la universidad o que compré un perrito. La acción en sí no importa, sino todo lo que la rodea y la llena de valor.

¡Y ya con eso acabamos! Espero que te haya gustado el artículo. Si fue así (o no), asegúrate de darme tu opinión en los comentarios. ¡Quiero escucharte!

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